LAS ANDANZAS DE JUAN RAFAEL ALLENDE POR LA CIUDAD DE LOS ‘PALACIOS MARMÓREOS’Y LAS CAZUELAS DELEITOSAS. SANTIAGO DE CHILE, 1880-1910.
El artículo presenta un capítulo de la historia social y urbana de Santiago de Chile, en un período durante el cual la ciudad asistió a pro-fundos cambios que modificaron el viejo trazado colonial y las relaciones sociales entre sus habitantes. Por medio de la aguda pluma del escritor satírico Juan Rafael Allende, descubrimos las insuficiencias del proceso de urbanización, los nuevos personajes que se dieron cita en las calles y plazas, y las variadas diversiones que animaban la vida cotidiana de los capitalinos.
INTRODUCCIÓN.
Desde su oficina e imprenta, ubicada en la calle Huérfanos 16A en las proximidades del Teatro de Variedades, Juan Rafael Allende fue un observador perspicaz y comentarista saleroso de la vida urbana santiaguina. Este inmueble, adonde se había instalado tras la ruptura con Buenaventura Morán y su alejamiento de El Padre Cobos, fue el cuartel general del periodista hasta la guerra civil de 1891. Su localización estratégica en plena “calle de los judíos”,como el pueblo llamaba jocosamente a la de Huérfanos en alusión a que ahí funcionaban los corredores de comercio y los bancos, le permitió transmitir en sus periódicos coloridos cuadros de la vida cotidiana, valiéndose de sus armas más poderosas: el humor y la crítica social.
En 1884, Allende comenzó a publicar El Padre Padilla, que sería a la postre su periódico más exitoso y que, según sus propias palabras, le permitió vivir con bastante holgura. En 1886, por ejemplo, ante acusaciones de que se había vendido al candidato presidencial José Manuel Balmaceda, comentó que el periódico le dejaba una utilidad mensual de “no menos de 800 pesos en billetes, como puedo probarlo con mis libros y con el litógrafo que me imprime los grabados, señor Brandt” 1. (El sueldo de un gañán carrilano o de un guardián de policía en esa misma época era de alrededor de 40 pesos mensuales.)Encarcelado por sus enemigos durante la guerra civil de 1891 y lejos del país durante los años siguientes, Allende retomó su labor periodística en 1893, sin los recursos de antaño. Se estableció con una oficina en la céntrica calle Bandera, desde donde siguió provocando con su afilada pluma hasta 1902,sacando periódicos dos o tres veces por semana y desplegando en paralelo unaactiva labor teatral y política 2. En la puerta de la imprenta colgaba un letrero donde se leía: “Advertencia a todo el mundo: / para mí, el tiempo es dinero./ Quien no me dé lo segundo, / no me quite lo primero” 3. Verdaderamente,el hombre se afanaba mucho. En una ocasión confidenció a sus lectores que
1 Manifiesto a la nación, El Padre Padilla, 14 de enero de 1886.
2 Aparte de su labor en el Partido Democrático desde 1887, en 1897 fue candidato a diputado por Antofagasta, durante todo el año 1900 recorrió Antofagasta, Calama, Taltal, Iquique, Pisagua, Alto Hospicio, Dolores y varias oficinas salitreras y en 1901 dejó el trabajo en Santiago por tres meses para viajar, en su calidad de presidente honorario de la Sociedad Defensora de Trabajadores y Socorros Mutuos, a Iquique “a ver a mi familia”, refiriéndose a su gran familia pampina. El Sinvergüenza, 19 de enero de 1901 y El Tinterillo, 05 de octubre de 1901.
3 Mis únicas horas de reposo, El Sinvergüenza, 19 de enero de 1901.
trabajaba “… todos los días del año, y muy en particular los domingos, con lasola excepción de unas cuantas horas del sábado, desde las 3 PM adelante…”4.Por lo mismo, le fastidiaba recibir correspondencia que lo distrajera de su ofi-cio. “Me llegan doscientas cartas y algunas con cuarenta carillas… Una vez por todas digo que cada carta que pase de una carilla la echaré al canasto de labasura sin leer la firma”5. Lo suyo era observar, leer la prensa, contestar cartasy escribir, siempre atento a los rumores que circulaban en la ciudad.A lo largo de todos estos años, Allende comunicó una particular mira-da sobre lo que avizoraba a su alrededor. Si bien el grueso de las páginas de susdiarios estuvo orientado a contenidos de la contingencia política, de paso nosalumbran la historia de Santiago tal cual se vivió, con sus rincones amables ychacoteros, con sus contrastes, sus penas y alegrías. Con picardía y acidez nosva ilustrando el día a día, su monotonía y sus bochinches, el tráfago en las ca-lles y negocios, todo esto premunido de la sensibilidad propia del que conoceal dedillo su ciudad.El modo de presentar las noticias y dar cuenta de la crónica urbana senutrió del lenguaje y los chismes de la calle, procurando de ese modo mantenerun contacto estrecho con el público. En los florecientes tiempos de El PadrePadilla, Allende cultivó secciones que marcaron escuela en la prensa popular.Los ‘Cordonazos’ propinados por el fraile que daba el nombre al periódico,y la ‘Gacetilla’ eran pieza fija en las páginas del diario y consistían en unaserie de recados y amenazas, denuncias y revelaciones que buscaban exhibirpúblicamente a quienes habían engañado, ofendido, lesionado o perjudicado aalguna persona. “Tenga cuidado la gente con ir a comprar dulces a la Dulceríaque hay en la calle del Puente, frente al cuartel de bomberos, porque allí estáde vendedora una mancarrona cara de zapallo pasmado, cocinera jubilada, quetrata a los compradores a rebuznos y coces”6. También se enviaban mensajesa las autoridades, llamando la atención sobre diversos problemas de la vidacotidiana de la ciudad: “¡Señor comandante de policía! en las tres primerascuadras de la calle de Gálvez no se encuentra un paco ni para remedio. ¡Sír-vase usía mandar uno!”7. El José Arnero, probablemente el periódico popularmás importante de Santiago entre 1905 y 1912, heredó el espíritu de estassecciones en sus célebres ‘Arnerazos’, igual que la costumbre de Allende de
4Idem.
5Gacetilla, El Padre Padilla, 04 de noviembre de 1884.
6Comunicados, Poncio Pilatos, 18 de agosto de 1894.
7Gacetilla, El Padre Padilla, 25 de mayo de 1886.
inventar nombres chispeantes a los corresponsales (en el Padilla aparece uno que firmaba como K.Gue y en el Arnero encontramos a T.K.G.).
Veremos a continuación cómo, entre ‘cordonazos’, avisos y crónicas satíricas, Allende desplegó una persistente critica a las deficiencias de la infraestructura urbana, enrostrando su indolencia a las autoridades; trazó el perfil de diferentes personajes que se tornaron cada vez más visibles en los espacios públicos; e invitó a solazarse en distintos sitios de diversión y recreo. Todo esto en un contexto dominado por profundas transformaciones en la dinámica urbana y en el modo de vida de su gente 8. Es la invitación a recorrer el Santiago de Juan Rafael Allende.
II. ‘CARROS INURBANOS’, ‘CARROS MATASANOS’, ‘CALLES PESTILENTES’: LACARA SUCIA DE LA CAPITAL CHILENA.
Durante las décadas que comprende este estudio, Santiago vivió la crisis terminal de la antigua ciudad colonial. La precaria infraestructura urbana difícilmente lograba contener a un creciente número de habitantes que se reproducían a un ritmo vertiginoso. En el lapso de una sola generación, la población se había más que duplicado desde alrededor de 150.000 en 1875 apoco más de 330.000 en 1907. Los antiguos límites de la capital se vieron re-basados y gran cantidad de personas se fue instalando en los suburbios, donde se entremezclaba el aire rural con el de la ciudad. Los santiaguinos de todo este período constituían una población joven, con una natalidad vigorosa y la abrumadora presencia de personas menores de 50 años (poco más del 90%).Las mujeres estaban en una proporción algo mayor que los hombres (55%) en todos los tramos de edad 9.Entre 1880 y 1910, el paisaje urbano santiaguino se modificó en alguna medida, aunque solo superficialmente. En los albores del siglo XX, los solemnes edificios de oficinas públicas y bancarias, los parques, museos, luces y mansiones del barrio elegante, los carruajes públicos y particulares, daban
8Sobre la transformación de la ciudad de Santiago, véase Armando de Ramón, Santiago de Chile, Mapfre, Madrid, 1992, capítulo La ciudad primada (1850-1930). También Armando de Ramón y Patricio Gross (comps.), Santiago de Chile: características histórico ambientales,1891-1925, Monografías de Nueva Historia 1, Londres, 1985
.9Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres?, Elite y sectores populares en Santiagode Chile, 1840-1895, Sudamericana, Buenos Aires, 1997, pp.84-85. Incluye un cuadro con lacomposición etaria de la población de Santiago según el censo de 1895.
al visitante la impresión de estar en una capital moderna. Sin embargo, a pocoandar emergía la verdadera cara de la ciudad, la cotidiana, respecto a la cualprevalecía un diagnóstico más bien sombrío. En medio de las celebracionesdel Centenario de la Independencia, el profesor Alejandro Venegas describióa las “mejores ciudades” chilenas como “un amasijo de mármol y de lodo, demansiones que aspiran a palacio y de tugurios que parecen pocilgas, de gran-deza que envanece y de pequeñez que avergüenza” y se refirió al hecho queSantiago no había podido ocultar a las visitas “sus calles mal pavimentadas ycubiertas de polvo, sus acequias pestilentes, sus horrorosos conventillos que envano trata de disfrazar con el nombre modernísimo de cité, sus interminables ydesaseados barrios pobres, y en fin su aspecto de aldea grande y sencillota”10.Por aquellos años, apenas un 20 % de la superficie total de las calles dela capital poseía pavimento en buenas condiciones y el desgaste de las aceras,“fósiles de la época colonial”, motivó continuos comentarios en diversas pu-blicaciones de la época que insistían en la necesidad de sustituir el empedradopor uno que prestara mayores comodidades a los peatones. En 1901 Allendeemplazó al municipio: “…/ ¿Por qué, señores ediles, / no hacéis componerlas calles, / que hoyos, zanjas y basuras / las hacen intransitables? / ¡Dejarque los adoquines / se destruyan, se desgranen, / es crimen que no registra /nuestra Historia en sus anales!”11. Por si fuera poco, muchas calles, en especiallas de la periferia, eran “verdaderamente intransitables por lo inmundas, porlo pestilentes”, de manera que Allende sugería al Ministro del Interior “quesería muy acertado cambiar las catanas de los guardianes del orden público(ahora del orden salúbrico) por una escobita y un tarro de lata con un poco de arena...”12. Los malos olores también se relacionaban con hábitos firmemente arraigados entre la población y que ignoraban principios básicos de higiene,como la costumbre de muchos almaceneros y dueños de tiendas que durante la noche arrojaban sus aguas inmundas a la calle, generando focos infecciosos y miasmas.En estas circunstancias, las enfermedades se propagaban con rapidez,sobre todo en los conventillos y ‘cuartos redondos’ que alojaban a gran parte de la población santiaguina y que no contaban con servicios de agua potable,alcantarillado ni baños públicos. Allende consideró a los tugurios y conven-
10Dr. J.Valdés Cange (Alejandro Venegas), Sinceridad. Chile íntimo en 1910, CESOC,Santiago, 1998, p.182.
11Romancero santiaguino, El Sinvergüenza, 23 de marzo de 1901.
12Carta al Señor Ministro del Interior, Poncio Pilatos, 22 de enero de 1895.
tillos ubicados en el corazón mismo de la capital como una “lepra social” y“la negación más absoluta de la cultura y civilización de que tanto hacemosalarde”, responsabilizando de la miseria a los políticos y a los ricos, preocupa-dos únicamente de lucrar con los arriendos13. En 1893 alertó al pueblo sobre“Matías Usura” Ovalle, dueño de los terrenos de la Población Ovalle en elArenal: “… / Que sepa el pueblo conviene / que Ovalle a nuestros rotillos / porbajo precio les tiene / arrendados conventillos / que son modelos de higiene. //Edificados con guano, / en ellos verán ustedes / y tocarán con la mano / mucho pasto en las paredes / para el pueblo soberano. // Como el viejo millonario /ejercita el sacerdocio / de hacer bien al proletario, / con él hacen su negocio/ el médico y boticario. //…”. Pero pobre del que se atrasaba en el pago del arriendo, pues Ovalle era capaz de despojarlo de sus escasos enseres y lanzar-lo a la intemperie14. Los llamados de atención a las autoridades, en el sentido que “hay conventillos y cuartos de los llamados redondos que son verdaderos focos de inmundicia, pues sus dueños, aunque suelen ser muy ricos, no sepreocupan gran cosa del estado en que vivan sus arrendatarios”, aparecen re-gularmente en los periódicos satíricos15. Cada vez menos, la gente se movilizaba a pie por la urbe que se expan-día vorazmente hacia los cuatro costados. Para acceder a los nuevos barriosubicados en comunas también nuevas como Ñuñoa, Providencia, Chuchunco,Renca o Barrancas, el medio de transporte más utilizado era el ferrocarril desangre, o sea, tranvías tirados por caballos. Este negocio era monopolizadopor la Empresa del Ferrocarril Urbano -cuyos dueños eran los banqueros Mat-te-, que en 1889 mantenía 138 carros en servicio y contaba con nueve líneasprincipales de las cuales siete desembocaban en la Plaza de Armas16. El año1900 comenzaron a operar los carros eléctricos, que Allende apodaría como
13“Ni los políticos, ni los ricos ni nadie se preocupa en este país de esa lepra social que se llama el conventillo. La prensa solo habla de ellos cuando se ponen avisos, ofreciéndolos en venta y anunciando que producen el 20% de interés! Entre tanto, los tales conventillos y los tugurios en que vive el artesano y el hombre del pueblo, se llevan anualmente la mitad de la población;desmoralizan, enervan y prostituyen a los que sobreviven; mantienen el fanatismo y matantodo sentimiento noble y levantado”. Palabra de aliento, Poncio Pilatos, 18 de noviembre de1893.
14Don Matías Usura, Poncio Pilatos, 08 de septiembre de 1894.
15Carta al Señor Ministro del Interior, Poncio Pilatos, 22 de enero de 1895.La literatura acerca de esta lamentable realidad es abundante. Ver por ejemplo, Romero,op.cit., De Ramón, Santiago de Chile, op.cit., Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, Documentas/ECO, Santiago, 1991, además de la gran cantidad de fuentes disponibles.
16De Ramón, Santiago de Chile, op.cit., p.188.
“carros matasanos” por considerar que atentaban contra los “pacíficos y honrados transeúntes”. Diez años más tarde circulaban por la capital 330 tranvías,la mayoría de ellos eléctricos. Las características del servicio de los carros “inurbanos”, como los bautizó Allende, lo convirtieron en uno de los blancos predilectos de su sátira,con deficiencias que remiten a uno de los problemas estructurales de la historia de Santiago. Choferes malhumorados que no se detenían a tiempo, largas esperas, accidentes y atropellos formaban parte de las escenas habituales. Apropósito del servicio brindado por los aurigas o cocheros nuestro cronista dirá que
“…nunca llevan sus cabalgaduras a un paso regular. Cuando no los llevan a tranco de buey, causando la desesperación de los pasajeros que van de prisa, lanzan los rocinantes a todo escape. Quiere subir un caballero, le hace señal al auriga de que detenga el carro; pero el muy bellaco, en sacar la mano debajo del poncho y apretar la palanca,echa un minuto largo, obligando al transeúnte a recorrer media cuadra, muchas veces por el fango, para lograr su objetivo, sucediendo en ocasiones que al poner el pie en la pisadera, el carro se mueve y el pasajero cae de espaldas y queda hecho un santo mocarro, perdido en el barro”.
Agregaba Allende que los cocheros decían “groserías y blasfemias demarca mayor” y se quejaba de esperas de una hora en la Plaza de Armas enmedio de las burlas de conductoras y aurigas estacionados allí17. Asimismo,se manifestó contrario a que los tranvías circularan por las calles más concurridas con el resultado “que de continuo la prensa está dando cuenta de niños,señoras e inválidos, o muertos o mutilados por los tranvías de la empresa del monopolio”18. Molesta resultaba también la contaminación que ocasionaban los carros y coches, sobre todo debido a los caballos que hacían sus necesidades en plena calle, mientras permanecían detenidos largo rato en hileras frente a restaurantes, teatros, estaciones y otros lugares públicos.
17 Los carros urbanos, Poncio Pilatos, 18 de julio de 1893.
18 La empresa del gran monopolio, Poncio Pilatos, 26 de julio de 1894. En otra ocasión denunció que “uno de los carros inurbanos que corren, o mejor dicho, que se desrielan, por la calle de San Pablo, le cortó a un niño los dos brazos”. ¿Y van cuántos?, Poncio Pilatos, 27de enero de 1894.
En 1895, la “infernal Empresa” fue cuestionada porque se negaba arecibir “las monedas de 20 centavos selladas en 1891”, en lo que “muchísimospasajeros” en carta dirigida al primer alcalde de la municipalidad consideraban “un abuso que no debe tolerarse; porque si esas monedas son emitidas por el Estado, tienen que ser admitidas por todos, so pena de ir a la policía”19. Y por supuesto, Allende las emprendió contra las alzas del pasaje, como en 1885 cuando el de segunda clase se incrementó en medio centavo, lo cual consideró un descarado robo “a la sirvienta, al gañán, al soldado, al pordiosero, a todo aquel, en fin, que se cubre con el agujereado y tétrico harapo de la pobreza”.Frente a esto, el periodista aconsejó al pueblo “que a pedradas haga romper la despiadada, inicua y ladrona disposición que hoy ha tomado la Empresa del Ferrocarril Urbano”20. El año 1895, tras una nueva alza, denunció que cerca de un treinta por ciento del sueldo de un empleado quedaba en poder de la “em-presa estafadora” y aprovechó de recordarle a sus propietarios lo ocurrido enabril de 1888 -el memorable ‘Incendio de los Carros’-, si no echaban pie atrásen su determinación21.Punto aparte merecen las continuas referencias a las conductoras delos tranvías, no solamente en la prensa humorística de Allende, sino tambiénen las liras populares que se vendían en las calles y plazas. Se trató de uno delos primeros oficios desempeñados por mujeres en el espacio público, debidoa lo cual a menudo fueron objeto de burlas y descalificaciones por parte dehombres acostumbrados a ser obedecidos, muchachos traviesos o prostitutas.En un verso atribuido a Bernardino Guajardo leemos que “… Insultos de los jerjeles / reciben a cada paso, / y ellas hacen poco caso / de semejantes lebre-les. / Siendo en su servicio fieles, / no importa que las rameras / las traten demadrineras / o de mujeres hombradas, / si honrosamente ocupadas / andan lasniñas cocheras”22.Quizás debido a experiencias personales desagradables en los carros,Juan Rafael Allende trazó pinceladas muy poco amigables acerca de las mujeres conductoras, tildándolas de pervertidas, maleducadas y ladronas. “A la conductora que trabaja en Agustinas y que en noches pasadas le robó el som-brero a un vendedor de El Padre Padilla, le prevengo lo devuelva si no quiere que publique su nombre y quede ante el público como ladrona”23. A propósito
19Petición, Poncio Pilatos, 21 de febrero de 1895.
20¡Medio centavo!, El Padre Padilla, 19 de noviembre de 1885.
21Poncio Pilatos, 06 de junio de 1895.
22El Poeta Popular, Las cocheras [a mano dice “de Guajardo”], Am., I, 259.
23Gacetilla, El Padre Padilla, 24 de septiembre de 1885.
de otra escribió “que era una india más fea que el pecado mortal” y sobre lamayoría de éstas que “parecen reclutadas en los burdeles de la orilla del río”.También las recriminó por no tener vuelto, cobrar de más y tratar groseramente a los pasajeros, en especial “si tienen que habérselas con señoras que no pueden darles una bofetada en el hocico”24. En 1895, calificó a las conductoras como el “cancerbero de esos purgatorios ambulantes” que eran los carros25. En distintas oportunidades, Allende desaprobó sus coqueteos con los pasajeros, especialmente si eran futres, y las exhibió en tanto musas deseadas por parte de hombres de todas layas. “Soy conductora, / muy lindo oficio, /que alienta el vicio/ del dios Amor. / Todos los futres / me galantean, / todosdesean / de mí un favor. / Uno me dice: / «linda chiquilla»; / y otro cosquilla /me hace al pagar; / y hasta el aceite / de mi carrito / cuánto mosquito / quierechupar! / Un fraile mira / con desparpajo / si subo y bajo / para cobrar; / y algún vejete / como una parra / en mi pizarra / quiere apuntar. /…”26. A las conductoras de Valparaíso, en tanto, las catalogó de sinvergüenzas, sin delicadeza ysin respeto, “…mujeres pervertidas que todo el día y toda la noche van en el carro formando tertulia y cometiendo desórdenes”, mientras se preguntaba:“¿Por qué tantos jóvenes que pertenecen a distinguidas familias, se entregan ala vergonzosa tarea de seguir día y noche a mujeres tan pervertidas como son las conductoras?”27.Tal vez, el lanzarse en picada contra las conductoras no era más que una artimaña de Allende para descargar su ira contra los carros y su dueño,considerando la animadversión declarada que profesaba a Augusto Matte28. No lo sabemos, pero sea como fuere, nos da cuenta de una profunda molestia
24Los carros urbanos, Poncio Pilatos, 18 de julio de 1893.
25De todo un poco, Poncio Pilatos, 04 de abril de 1895. En todo caso, Allende no fue el únicoque expresó sus reparos al servicio, tal como se puede apreciar en un verso del poeta popularAdolfo Reyes: “Una conductora dijo / que del recorte tenía / cien pesos y que quería / ponercon despacho al hijo / por plata yo no me aflijo / repetía con afán / como viento en popavan / recortando con deseo / y de continuo las veo / pegando con el refrán”. El refrán de lasconductoras santiaguinas, Lenz, 6, 24.
26La conductora, El Padre Padilla, 02 de febrero de 1886.
27Valparaíso, El Padre Padilla, 05 de junio de 1886. En otra ocasión lanzó un verso de altocalibre al respecto… pero en alemán: “Dass ich gestorben war dachten die Narren, / Wenn ichnoch ganz vögelnlustig bin; / Nach den «Conductoras» fahre ich in den Karren, / Und meinenSchwanz dringe in ihren Löchern hin!”. Valparaíso, 27 de mayo de 1886.
28Sobre la sátira de Allende a los Matte, Maximiliano Salinas, “’¡Y no se ríen de este lesoporque es dueño de millones!’: el asedio cómico y popular de Juan Rafael Allende a laburguesía chilena del siglo XIX”, en Revista Historia, vol.39, no.1, PUC, Santiago, 2006.
frente al mal servicio del transporte público, molestia que ciertamente sigue manifestándose hasta el día de hoy, pese a las promesas del Transantiago. El Santiago de Allende todavía aparecía teñido de imágenes rurales y pueblerinas, con muchos animales extraviados en las callejuelas que vagaban por ellas en busca de algo de comida, especialmente perros. Can-Pino, el héroe de las populares Memorias de un perro escritas por su propia pata, publicadas por Allende en 1893, ilustra muy bien la visibilidad de estos habitantes de la ciudad y también los intentos por acabar con ellos a toda costa, como cuando narra el episodio de los guardianes que les administraban veneno para provocarles la muerte.
La anécdota está inspirada en lo que en verdad acontecía,tal cual lo expresa, por ejemplo, una orden del prefecto de la policía emitidaen 1896, donde se alertaba sobre el incremento de la hidrofobia y se disponíarepartir 2.000 píldoras de estricnina “para que se les dé a los perros vagos que se encuentran en la calle”29. Los perros eran peligrosos, pero también eranin separables de los vendedores ambulantes, de los niños de la calle, de los conventillos, de las plazas y baratillos.El trajín urbano de carros y perros se completaba con los ires y venires de los comerciantes que en mulas, burros y caballos transportaban sus mercancías y alimentos de casa en casa, y con las carretas, carretelas y carretones que se dirigían a la Vega y al Mercado Central desde los campos aledaños ala capital. La misma Alameda conservaba un aire rural, con apenas un tramo donde abundaban los coches y los paseos aristocráticos, mientras “el resto dela hermosa avenida es triste, mal pavimentada y completamente desierta...,salvo las vacas que lleva algún tambero o las cocinerías que se improvisanpara los trabajadores”, como observó un viajero francés en 1891 30.Allende las emprendió sobre todo contra las autoridades edilicias, responsables del mal funcionamiento de los servicios urbanos. “¿Regarán algunavez la plazuela de la Merced? Parece que hay el propósito de dejar que sesequen los arbolitos, puesto que ni la pila tiene agua”31.
Los alcaldes serána puntados con el dedo una y otra vez por su indiferencia ante los problemassociales, mientras los guardianes de la policía que debían cuidar el orden bri-
29Oficio del Prefecto D. Sotomayor, Santiago, 2 de noviembre de 1896, AN, Intendenciade Santiago, Vol.158. En la actualidad, año 2008, de acuerdo a las autoridades sanitarias alrededor de 250.000 perros abandonados deambulan por las calles y caminos públicos de laRegión Metropolitana…
30Theodore Child, Les republiques hispanoamericaines, París, 1891, en Romero, op.cit., p.41.
31Gacetilla, El Padre Padilla, 17 de noviembre de 1885.
llaban por su ausencia y pasividad, dejando las calles oscuras a merced de losrateros.
“Permitir que impunemente / los faroleros apaguen / las luces, y que nos dejen / nadando en oscuridades; / que a esos hombres que la vida / pasan durmiendo en la calle, / o estorbando en las aceras, / den el nombre de guardianes; / que estos mismos a la gente, / con estúpido desplante / se nieguen enocasiones / pacuno auxilio a prestarle; / … / muy a las claras demuestra / que los servicios locales / no están bien, como usted cree, / servidos, señor Alcalde./…”32.
Apreciamos, en definitiva, a un Allende inquieto por la administraciónde su ciudad, con calles mal iluminadas y sucias, policías descuidados y fuer-tes contrastes entre los palacios de los ricos y la miseria material de los barrios proletarios.La antigua dinámica de ciudad chica se vio precisamente trastornada por las crecientes diferencias sociales. Comentará Allende en 1901 que “la insaciable ambición de los de arriba y la difícil lucha por la existencia de losde abajo han hecho del egoísmo una naturaleza común, que imprime en todoslos chilenos un carácter verdaderamente animal”33. Al mal genio y egoísmo se sumaba una alarmante inseguridad en la calle, motivada por las precarias condiciones en que subsistían los rotos y que constituían el caldo de cultivo para la vagancia y el delito que aumentaban a la sombra de las mansiones delas familias pudientes.
A juzgar por las noticias que difundían los diarios y también otros medios como la lira popular, la tranquilidad en la ciudad se vio perturbada en extremo por el incremento de los robos y salteos 34. Allende dio cuenta de esta sensación ambiente en una vistosa caricatura, donde llamaba ala población a blindarse para evadir los atracos: “De mañana, a medio día, / en la noche, por la tarde, / ni a ninguna hora puede / andar nadie por las calles /sin exponerse a ser víctima / del panal de criminales / que por dondequiera van/ dejando huellas de sangre. /…/ Si queréis, pues, feligreses, / que el pellejo noos taladren / ni en las calles, ni en las plazas / ni en vuestros propios hogares,/ comprad la nueva armadura, / cueste ella lo que costare, / y vestid de puro acero! / Ea! todos a blindarse!”35.En 1886, Allende advirtió que al frente del cerro Santa Lucía, el barrioSan Isidro se estaba poblando de “una cantidad de mocitos vagabundos enemi-
32Romancero santiaguino, El Sinvergüenza, 27de marzo de 1901.
33Malos síntomas, El Sinvergüenza, 09 de febrero de 1901.
34Sobre este tema se puede consultar Daniel Palma A., “«La ley pareja no es dura».Representaciones de la criminalidad y la justicia en la lira popular chilena”, en Historia,Vol.39, no.1, PUC, Santiago, 2006.
35Para andar por la calle, El Padre Padilla, 31 de diciembre de 1886.
gos acérrimos del trabajo y, por lo tanto, amigos íntimos de la ociosidad” que ponían en peligro “esa tranquila parte de la población que siempre ha sido el centro de la clase obrera más sana y moral de toda la ciudad de Santiago”36. Enotra ocasión, acusó a la policía “que deja que las calles se llenen de muchachitos ociosos, que se adiestran en toda clase de picardías; juegan, pelean, roban y hacen rabiar a los pobres aurigas de los tranvías subiendo y bajando de los carros”37. Continuando por ese camino, era casi seguro que se transformarían en “futuros habitantes del Presidio o de las celdas de la Penitenciaría”, cuestión que Allende reprobó reiteradamente, igual que la inclinación de muchos rotos al alcohol y la pendencia. “... ¿no es nuestro roto fumando su cigarrillode hoja de maíz, al amor del brasero, y echando sus tacos de aguardiente, chi-cha o chacolí? (...) Y se emborracha, y roba, y mata, y va preso, y es azotado y marcha al patíbulo, exclamando:
«Estaría de Dios, pues, que esto me sucedie-ra!» (...) Son fatalistas por servilismo y por religión”38.El ritmo acompasado y el aire bucólico de la ciudad se fueron disipando irreversiblemente a partir de la primera década del siglo XX. El movimiento invadió y trastornó la rutina urbana. Los pasos de los transeúntes, los bramidosanimales, los gritos de vendedores, pasaron a un segundo plano ante el ruido de los motores, los bocinazos y el chirrido de los frenos de los tranvías eléctricos.
El viejo Santiago provinciano se hallaba en retirada, con muchos de los problemas urbanos (transporte, infraestructura vial, vivienda, contaminación)sin resolver y que formarán parte del paisaje por muchas décadas más, relativizando el progreso pregonado por la oligarquía gobernante.Las penosas condiciones de subsistencia de la mayoría de la gente, la inseguridad, el desaseo, en suma, develan lo poco preparada que estaba Santiago para responder al incremento demográfico y la escandalosa apatía e inercia de las autoridades. Si bien no faltaron quienes llamaron la atención sobre los problemas asociados al crecimiento urbano, motivando debates en tornoa los temas de higiene, atención médica, delincuencia, alcoholismo, vivienda y precariedad laboral, el liberalismo hegemónico en los círculos gobiernistas se sustentó en el principio de la responsabilidad individual, según la cual cada persona debía hacerse cargo de sí misma. Esta matriz desembocó en una suerte de ‘política social sin Estado’, traspasando la obligación de estructurar el mundo del trabajo al mercado y la regulación de sus distorsiones a la filantropía y
36 Mocitos vagabundos, El Padre Padilla, 23 de marzo de 1886.
37 ¿Y van cuántos?, Poncio Pilatos, 27 de enero de 1894.
38Estaría de Dios, Poncio Pilatos, 29 de junio de 1893.la buena voluntad de los patrones
39. En la ciudad ‘moderna’, cada cual debíasalvarse como pudiera, en un clima volcado cada vez más al individualismo.
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